Una piedra puede ser utilizada para matar a otro o para otras muchas cosas. Un hacha, para cortar cabezas o leña. Pero si nos fijamos en una guillotina como las que se usaron los franceses en su Revolución, vemos que pueden utilizarse para otras cosas, aunque su propio diseño invita a concretar su uso. Y no digamos si se trata de una silla eléctrica.
Llevo muchos años conviviendo con el tópico de que la tecnología es neutra, que dependiendo de como lo apliquemos será buena o mala, tendrá consecuencias positivas o impactos negativos. Pero ¿no viene ya condicionado su uso por las intenciones de sus creadores, impulsores o beneficiarios?
Dice el dramaturgo italiano Roberto Fratini: «Si utilizas los medios tecnológicos simplemente siguiendo sus instrucciones de uso, estás cayendo en la taumaturgia dictada por sus productores, en cambio, creo que el papel del artista es reconducir la técnica al discurso, y por ende, hacer de ella un uso impropio, usarla para sacar fantasmas, hacer dramaturgia»
¡Ah! Se trata de eso: de hacer un uso impropio, de hacer, tal vez, un uso propio del sujeto y no del objeto. Desde Aristóteles sabemos que el ser humano utiliza el drama para, mediante mimésis con la vida, encontrarle o darle un sentido. Es su genuina forma de producir.
Y también sabemos que un drama se construye sobre una trama ¿Una trama digital?