Comenzó a andar sola, con la convicción de que tenía el camino tan aprendido que nada podría salir mal. Prescindió del móvil, la brújula, el mapa y cualquier objeto que pudiese ayudarla, ella no necesitaba ninguna distracción que la hiciese detenerse, así llegaría más rápido.
Cuando llevaba 20 kilómetros se desorientó y preguntó a un hombre que se encontraba trabajando en un campo cercano. Ella le contó su historia y el hombre, atento, escuchó a la chica sin decir una sola palabra. Cuando finalizó, le preguntó indicaciones y el hombre amablemente le indicó el camino por donde debía continuar.
Para que no volviera a perderse, el hombre se ofreció a acompañarla. Y aunque en un primer momento ella se negó, se dio cuenta que el hombre era muy observador y conocía la zona a la perfección. Le había dado detalles sobre el clima, la fauna y flora que podría encontrarse además de los mejores senderos por los cuales andar. Así que finalmente le invitó a unirse a la aventura y ambos continuaron el camino.
Cuando llevaban 50 kilómetros se encontraron con un grupo de 3 peregrinos, ella en un primer momento no quiso unirse al grupo, eso los retrasaría mucho, pero vio en ellos cualidades que ella no tenía y que serían beneficiosas para el viaje. Una de las peregrinas era tan creativa que utilizaba materiales obtenidos de la naturaleza para construir herramientas y cabañas, consiguiendo toda su admiración.
Otro de los peregrinos pasaba desapercibido y, mientras todos gritaban proponiendo sus ideas sobre cuál era la mejor forma de seguir el viaje, él era un mediador y amablemente intentaba mantener la calma para que todas las opiniones fueran respetadas. Escuchaba todas las partes y sacaba la mejor conclusión, manteniendo el grupo unido.
Cuando ya quedaba poco para que llegase el final del viaje, el agotamiento empezó a ser protagonista. La emoción e ilusión de los primeros días había mermado y los problemas estaban a la orden del día. Es entonces cuando el tercer peregrino mostró su mayor virtud. Organizó a todos los miembros del equipo y como buen líder, les encomendó a cada uno una tarea.
Ella, aventurera e impulsora del viaje, buscaría soluciones, tomaría decisiones y daría lo mejor de sí para trabajar sobre ellas. El hombre del campo, observador, analizaría la situación buscando la manera de mejorar las decisiones tomadas. La peregrina, aportaría su toque de creatividad. El segundo peregrino, mediaría para que todos llegasen a un acuerdo. Por último, el tercer peregrino, ejercería de líder capitaneando el equipo para llegar juntos al final del camino.
Si quieres llegar rápido, camina solo. Si quieres llegar lejos, camina en grupo.
Proverbio africano