Desde pequeños nos han preparado para ganar, para superarnos, para conseguir todo lo que nos propongamos… Padres, profesores o la sociedad en general nos motivan para ser los mejores, pero ¿quién nos prepara para el rechazo? Cuándo nos convertimos en adultos y somos maduros, ¿sabemos aceptar un “no” por respuesta?
El rechazo a ser contratado
Da igual al sector profesional al que te dediques, si hay algo que todos tenemos en común es que alguna vez en nuestra vida hemos tenido que buscar trabajo. Para algunos ha sido más fácil, ya que hay personas que llevan en la misma empresa desde casi sus inicios.
Pero muchas otras personas hemos querido trabajar en un panorama que no acompañaba: paro, puestos mal pagados, pocas ofertas y mucha demanda… Y claro, cada uno nos hemos encontrado con respuestas de todo tipo en nuestras postulaciones, diferentes, pero al fin y al cabo, rechazos.
“No tienes experiencia”, “estás sobrecualificada”, “es que eres madre y tienes ahora otras responsabilidades”… Sí, estas son algunas de las frases que me han dicho en los últimos 15 años. Lógicamente, la de no tener experiencia es algo que hemos experimentados todos, en la mayoría de casos porque es que realmente no teníamos la experiencia necesaria.
Que te rechacen en un trabajo por estar “sobrecualificado”, ahí ya duele un poquito más. No sabes si te han dicho que no por hacerte un favor o porque es una forma diplomática de no admitirte. En este tipo de rechazo siempre pensamos: “¿quieren decir que el puesto que ofrecen pagan tan poco que consideran que mereces algo mejor?” o “¿saben que vas a seguir buscando trabajo y les dejarás en cualquier momento tirados?”…
Si tienes hijos, que pase el siguiente por favor
Y la de rechazarte por ser madre (o padre, imagino que algún caso habrá) es la que me hizo contenerme las lágrimas en la entrevista de trabajo. No estaba embarazada, no tenía ni siquiera un bebé pequeño, simplemente tenía un niño de 15 meses que iba a empezar la guardería y por fin me podía presentar a una oferta de trabajo que me interesaba de verdad.
Tras la pregunta de si tenía hijos fueron otras preguntas que nunca me habían realizado en ninguna entrevista: “¿tu pareja trabaja?”, ¿qué horario tiene tu pareja?”, “¿tus padres o suegros están jubilados?”, “¿qué harás cuando tu hijo se ponga enfermo al empezar la guardería?”… Yo no daba crédito. Las fui respondiendo mientras mi tono de voz se iba volviendo más seco y mi cara había perdido por completo la sonrisa.
Y sí, finalmente fui rechazada por ser madre. Decían que mi pareja, al tener horario partido, no podría estar nunca con el niño. Además, eso de que mis suegros vivieran en otra ciudad y mis padres no estuvieran aun jubilados, dificultaba todavía más mi contratación. En definitiva, según esa empresa, no querían contar con una persona que tenía preocupaciones más importantes que su trabajo.
¿Creo que para todos nuestra familia u otros aspectos como nuestra salud es siempre más importante que el trabajo, no? ¡Seas padre o no! Podría haberle dicho al entrevistador lo que pensaba, al fin y al cabo, no me iban a contratar, pero aguanté la rabia, la impotencia y las lágrimas y me despedí correctamente.
Aceptar la negativa de un cliente
Pero el rechazo no acaba una vez que por fin eres admitido en un trabajo. Al revés, a partir de ese momento es cuando debes empezar a gestionar las negativas son profesionalidad. Van a rechazar ofertas que no podías mejorar, van a decirte que no a presupuestos que ya eran demasiado bajos, van a decirte que tu trabajo no les gusta…
El rechazo es un toque de atención de que algo no estás haciendo bien.
No siempre tienes la culpa, lógicamente, pero quizá tengas que pensar si podría mejorar tu situación cambiando algún aspecto. ¿Tienes el CV y carta de presentación adecuadas? ¿Las ofertas que haces a tus clientes son apropiadas? ¿Quizá el presupuesto es demasiado elevado con respecto a tus competidores? ¿Necesitas mejorar tu imagen de marca para dar más confianza a los clientes?
En tu próximo rechazo analiza qué ha pasado antes de dejarlo pasar. Habla con tu cliente o con la persona que te ha dado la negativa, pide sus argumentos para no aceptarte y dale las gracias por su aclaración. Recuerda que la única manera de saber qué es el éxito es conociendo previamente el fracaso.
Lo que “no te mata te hace más fuerte”, eso dicen, ¿no?. Y precisamente el rechazo te hace estar decepcionado, triste, a veces enfadado, pero te prepara. Te hace resurgir de tus cenizas. Hace que puedas afrontar el próximo “lo siento, pero no”, con madurez. Eso es lo que nos ha faltado aprender de pequeños y de jóvenes y es algo más que tenemos que aprender a lo largo de nuestra vida laboral.
Al fin y al cabo, todos los rechazos que has ido acumulando a lo largo de tu vida son los que te han llevado por esta trayectoria profesional. Y si todavía no es la que quieres, debes estar preparado para escuchar bastantes veces la palabra “no” hasta lograrlo.