Se dice que gracias a la tecnología digital estamos todos interconectados. Se acabó el aislamiento global. Aunque si nos salimos por la tangente de lo estricto, bien podríamos afirmar que los que de verdad están interconectados son los dispositivos digitales. Incluso, aun cuando llegue la masiva (o pervasiva) ubicuidad digital, no serán los sujetos, sino los objetos (por delegación), los interconectados.
Y esto me lleva a pensar a que tal vez lo que estemos haciendo los humanos sea desconectarnos unos de otros. Al menos en nuestras relaciones en lo local. Aunque bien podría contra-argumentarme con que esa pequeña desconexión en las distancias cortas es el peaje necesario para dedicarnos a atender la interconexión global. Una interconexión global nunca antes conocida por la humanidad.
¿Nunca?
Pues leo a Jakub Nejchert, que dice: “siguiendo el rastro del pensamiento de muchas culturas antiguas, el mundo está vivo y profundamente interconectado; hay un tejido de interconexión entre todas las cosas; hay un sentido de magia entremezclada con nuestro mundo real de todos los días… es un mundo en el que la vida se desarrolla simple y naturalmente”
Claro que uno puede suponer que el tal Jakub Nejchert es algún antropólogo trasnochado o un historiador nostálgico, pero, en realidad, es el responsable del programa i³ (interfaces de información inteligentes) de la Unidad de Tecnología Futuras y Emergentes de la Comisión Europea.
¿Irónico?