Una de las preguntas más repetidas a cualquier niño, tengan la edad que tengan es la de “¿qué quieres ser de mayor?”. De hecho, todos los niños dan vueltas al tema, anhelan que llegue esa época porque creen que podrán hacer lo que quieran (y no lo que los adultos les dicen).
Astronauta, cantante o futbolista de élite son algunos de los clásicos entre los más pequeños, aunque recientemente se han sumado otras aspiraciones típicas como Youtuber de videojuegos, entre muchas otras.
Estos pensamientos pasan sobre todo durante los años de colegio, pero cuando se llega al instituto parece que los adolescentes ya tienen que ir decidiendo en serio su futuro. ¿Vas a estudiar la rama de Ciencias o Letras? ¿Irás a la Universidad u optarás por Formación Profesional? Alrededor de los 15 años se nos obliga a tomar una serie de decisiones de las que dudo mucho que estemos preparados.
Precisamente por esa falta de madurez y desconocimiento hacia la vida laboral, muchos optan por elegir un camino que deciden los adultos de su entorno. Y es que, al menos en España, esa decisión de “qué voy a ser de mayor”, parece que va a ser determinante a los 18 años y ni se plantea una posible metamorfosis profesional.
La vida laboral que esperan de nosotros
El otro día, escuchando un podcast de una ingeniera española que trabaja desde hace años en Silicon Valley, hablaba de las diferencias que ha encontrado entre un país y otro sobre este aspecto. Precisamente porque en España eso de “reinventarse” es casi algo puntual, mientras que en esa zona de Estados Unidos no importa qué has estudiado o en qué has trabajado.
Las empresas tecnológicas más importantes del mundo buscan en los candidatos que su perfil se ajuste al puesto, independientemente de si ha tenido una experiencia similar previamente. Si has realizado una serie de tareas que puedes aplicarlas en otro tipo de sector o incluso profesión, eres válido para el trabajo.
En nuestro país estamos más encasillados. Pensamos que lo que decidamos al acabar el instituto va a ser determinante para el resto de nuestras vidas. Muchos se imaginan que van a permanecer en una misma empresa durante gran parte de su vida laboral y que hacer lo contrario es algo así como un fracaso.
Esta chica comentaba en la entrevista que en Silicon Valley la media de antigüedad de un trabajador es de 2 años, porque lo normal es que los profesionales “salten” de empresa a empresa. Hay que puntualizar que ella misma aseguraba que Silicon Valley es otro ecosistema dentro de nuestro mundo y no se puede comparar con cualquier otra zona. Sin embargo, en España esto sería algo impensable, porque el cambio laboral excesivo solo genera desconfianza para los entrevistadores.
Si a esto se le suma encima un “batiburrillo” de puestos de trabajo diferentes y en sectores dispares, en vez de estar muy preparado ante cualquier situación o ser un empleado multitarea, parece que al candidato no se le puede etiquetar de PROFESIONAL.
La profesión que nosotros queremos
¿Qué está bien visto en nuestro país? Tener un trabajo estable, a poder ser en una misma empresa en la que, una vez estés dentro, escales y cada vez vayas consiguiendo mejores condiciones. ¿No te gusta lo que haces? ¿Te equivocaste al decidir tu profesión cuando todavía no eras un adulto?
Lástima, pero cambiar de rumbo, lanzarte a empezar otra cosa, arriesgar… ¡Buf, estás loco!
Eso es lo que se espera, en general, de nosotros como profesionales. ¿Pero realmente hacemos lo que queremos o lo que nos conviene? ¿Tenemos que resignarnos a hacer el resto de nuestra vida lo que se supone que se nos da bien o lo que nos apasiona? Por suerte o por resignación, aunque sea ir contracorriente, cada vez son más los que deciden tener la profesión que ellos quieren, sin importar la edad ni lo que cueste conseguirlo.
Con 17 años (porque los cumplo a finales de año) tuve que decidir qué iba a querer estudiar y me imaginaba escribiendo en mi libreta y viendo publicados mis artículos en periódicos de papel. De los 100 periodistas que terminaron la carrera conmigo, pocos trabajan en los que pensábamos que íbamos acabar haciendo en el año 2006.
Más de una vez he escuchado eso de “eres periodista, pero no ejerces”. Vamos, que si no estoy en la redacción de un periódico, radio o TV es algo así como un fracaso profesional. No sirve que aplique esos estudios en otros puestos de trabajo que en el año 2006 ni existían. No se tiene en cuenta los tumbos que he dado hasta llegar a mi actual empresa, ni todas las formaciones que he realizado por el camino.
Todavía para muchos, tanto yo como miles y miles de personas, somos profesionales que “han tenido que buscar otra cosa diferente a lo que son”. Porque sí, estamos acostumbrados a decir que somos lo que quisimos estudiar y luego nos excusamos diciendo realmente a lo que nos dedicamos.
¿Acaso mi decisión post-instituto era inamovible? ¿No deberíamos ver normal que otros ejerzan en la profesión que quieren y no en la que decidieron siendo adolescentes?
Y en el caso del entorno digital, estar en constante evolución es más necesario que en cualquier otro sector. Hay que saber cambiar, crecer y adaptarse al mismo ritmo que lo hace la tecnología, mediante especialización y formación continua.
Aun así, todavía estamos lejos de que el cambio en una vida laboral sea algo positivo, que nos convierta en personas que perseguimos nuestros sueños y que no nos conformamos con aquello que no nos llena. Todavía estamos a años luz de que la metamorfosis profesional sea sinónimo de éxito y no de fracaso.