Los dibujos animados lo son porque se mueven, simulando estar vivos. O, más bien, simulando tener alma, algo que los anima. Igual nos sucede a los seres humanos, que cuando nos movemos parece que estamos vivos, mientras que la inmovilidad nos asemeja a la muerte.
En el mundo del motor, a los grandes aficionados la parte que de verdad les gusta es el motor. Tal vez por eso se llama así. A los meros consumidores de cualquier sector nos suele gustar lo periférico de ese universo, lo que se mueve. A los verdaderos apasionados lo que les pone es conocer y sentir cómo huele, cómo suena, cómo sabe, como vibra su motor, su alma.
Cuando entramos en contacto con un proyecto realmente animado, estamos deseando descubrir tras lo que vemos lo que realmente importa: quién está detrás.
Un proceso de digitalización implica muchos movimientos, muchos dibujos que se mueven, hardware y software adecuado, mentes pensantes, motivantes y ejecutantes. Pero lo primero que necesita es energía, una fuente natural que renueve. Un motor que anime.
Voy a proponer a bitevol que su manual de transformación digital empiece así: CAPÍTULO I: “El alma”