Pieles las hay de muchas clases, de diferentes texturas y colores, ocultando y revelando las posibilidades del interior. Las hay de cartón, orgánicas o digitales. Todas con vocación de ser arrancadas pero con la esperanza de un posible protagonismo si alguién, confundido, toma el rábano por las hojas.
En defintiniva: límites, escaparates, muros que separan o acercan, atraen o repelen. De naturaleza dependiente, existen al servicio de lo que cubren. Sin vida propia. Pieles muertas terminada su misión. Desechables.
Y sin embargo, tan unidas a lo que ocultan como el dispositivo de activación a una bomba. Tanto que quien osa despellejar sin atención se encuentra con la nada. Como en un truco de magia, donde el tesoro desaparece al quitar el velo que parecía contenerlo y el vacío nos explota en la cara.