¿Y si la culpa la tuviera, de nuevo, el chachachá «Frenesí»?
El universo digitalizado permite un ritmo frenético. Y digo «permite» y no «obliga», porque se nos sigue vendiendo como instrumental y subordinado aquello que, tal vez (sólo, tal vez), nos subordina e instrumentaliza. Lo lento puede ser compatible, dicen, con la vertiginosa aceleración tecnológica, pues basta con gestionar bien nuestro tiempo.
Sin embargo, avisa Remedios Zafra: «…pareciera que los tiempos rápidos y excedentarios (de información) no promueven el esfuerzo y tiempo que precisa la conciencia, sino que derivan más hacia lo emocional y lo que reconforta (aquello que refuerza lo que ya pensábamos). Justo lo que mejor tolera la velocidad y la gestión de un mundo desglosado en números.»
Entramos en el siglo XXI con la rapidez como valor en alza. Italo Calvino ya la propuso como una de sus «Seis propuestas para el próximo milenio» y nos recordó la frase de Galileo Galilei; «il discorrere è come el correre», para advertirnos que el pensamiento que se impondrá será el rápido. Mientras, los anacrónicos nos seguimos empeñando en pensar despacio, en vivir despacio y en amar despacio. Lo otro,
«es, más que amor, frenesí»