Resulta curioso que cada día que pasa, vea y entienda con mayor rapidez el verdadero sentido de las “cosas” que verdaderamente importan. O por lo menos aquellas que yo así las considero, situaciones, momentos o escenas que hace un tiempo apenas sabía valorar e incluso apreciar. Quizás sea por aquello de que todos nos hacemos mayores y cambia nuestra perspectiva, no lo sé.
La sociedad y el propio sistema nos ha marcado constantemente unas pautas que todos debemos seguir si queremos ser ciudadanos “normales”. Esas pautas, esos “mandamientos”, nos acompañan cada día a lo largo de nuestras vidas. Salirse de ellos significa no ser como los demás, ser tachado como un bicho raro o como un ser especialmente extraño.
El domingo por la tarde debes estar en proceso depresivo, sí o sí, por lo que se avecina el lunes: ir a trabajar. Cuando estás desempeñando tus funciones laborales debes, sí o sí, hacerlo serio, “profesional” y no “diferente”. Ojo ya como digas o te atrevas a insinuar que trabajas contento, porque en ese mismo instante serás señalado y, más que probablemente, te adjudiquen múltiples calificativos a cual más indeseable.
Os voy a contar una anécdota. Un día hace ya un tiempo, en la empresa donde estaba trabajando por aquel entonces, se me ocurrió hacer algo fuera de lo normal. Estaba contento, me gustaba mi trabajo, y en un momento de felicidad decidí tomarme la libertad de “silbar” a un volumen de 2 sobre 10. Tuve la mala suerte, o la buena porque me abrió los ojos, de cruzarme con mi responsable, quien me miró y me dijo: “aquí se viene a trabajar, la música te la guardas para las Fiestas del Pilar”. Aunque en aquel momento me sentí mal, hoy debo darle las gracias porque me ayudó a descubrir que ese no era el lugar donde yo quería estar. Así que si me lees, de corazón, muchísimas gracias.
Podría contaros mil ejemplos, seguramente vosotros también podríais hacerlo. Lo que trato de transmitir es que se puede trabajar feliz (el significado de “trabajar” dejará de tener el que tenía hasta ese mismo momento), y se puede rendir más con una actitud positiva. El error viene cuando a eficacia la comparan con “silencio, cabeza gacha, seriedad y profesionalidad”. ¡Qué costumbre tenemos de querer ser correctos profesionales, cuando en realidad es precisamente lo que sobran!. Lo que hace falta es gente diferente, que se salga de lo mal calificado como “normal” (quién inventaría esa palabra, qué daño hace).
Estamos acostumbrados a que al trabajo se va a trabajar, que dentro de toda la crueldad que tiene esa frase que hemos oído mil veces, podría empezar diferente: “Sé feliz mientras trabajas”.
A quienes se quejan de que les va mal, diles que no, que les va bien… pero que todo es mejorable. Y sé feliz con lo que hagas, todo tiene algún motivo para poder encontrar la felicidad. Ser felices depende de nosotros mismos, es un estado de ánimo que, salvo situaciones dramáticas, podemos controlar y conseguir explotar siempre que queramos.
Estamos aquí de paso. El ser humano está de viaje en el Planeta durante unos cuantos años y tenemos la obligación y el deber de cuidarnos y disfrutarlo. Nos lo debemos a nosotros mismos, pero también a nuestras familias y seres queridos.
Y, por favor, miremos a nuestro alrededor y valoremos todo lo que tenemos.
Estoy seguro de que hay pocos motivos, o ninguno, como para no silbar siendo feliz mientras eres diferente al profesional tradicional.