El término ‘influencer’ se ha hecho tan popular que hasta la gente más mayor, como mi madre, lleva un par de años usándolo. La RAE todavía no lo tiene registrado (imagino que no tardará mucho), lo usamos por ser un anglicismo y por la popularidad que le han dado los medios de comunicación.
Ser ‘influencer’ es para la generación más joven una palabra habitual en su vocabulario, hasta mi sobrina de 11 años dice que de mayor le gustaría ser una a través de su canal de Youtube… Yo la primera vez que escuché esta palabra fue en el año 2013. Estaba trabajando en una pequeña agencia de marketing digital y mi jefe nos decía que era el futuro.
Seguramente este término ya era conocido y empleado desde hacía más tiempo, pero para la gente de mi entorno que no trabajaban en mi sector, le sonaba todavía a chino. Aquel jefe estaba totalmente obcecado con el tema de los ‘influencers’ y nos insistía en que teníamos que buscar mil formas originales de conseguirlos.
Sin embargo, en esa obsesión por ser el “gran captador de influencers” se olvidó de cuál era más importante: él mismo. Como CEO de su empresa tenía que haber prestado más atención a ser el primero en cuidar su negocio. A ser el que le diera el impulso, visibilidad y crecimiento que nadie más iba a poder hacer mejor que él.
Y es que, si tú no crees en ti mismo, en lo que haces y por lo que peleas, ¿quién lo va a hacer mejor que tú?
La gente que te apoya sí, quizá, pero ellos no han ido tomando una a una todas las decisiones que tú has elegido para llegar hasta donde estás. Nadie excepto tú ha pasado noches en vela dando vueltas a una idea o un proyecto que tanto te costó arrancar. Conoces mejor que ninguna otra persona el tiempo que has gastado/empleado y el dinero que te conllevado tu negocio.
Por eso, la búsqueda de influencers puede ser una opción, pero una más de otras estrategias. Porque realmente, el primer influencer que debes tener y que mayor importancia debes darle eres tú mismo. ¿Qué significa esto? Que no sirve de nada querer que otros consigan vender tus productos o servicios si tú no eres el que más crees en ellos.
Aquel jefe tenía olvidada la web de su empresa, en cuanto a diseño, los contenidos eran pobres e insulsos… Vamos, cualquier usuario rebotaba como si hubiera un resorte de salida. Por otra parte, en un panorama todavía poco explotado (era 2013), consiguió un proyecto que tenía más de 20.000 seguidores y generaba muchos beneficios en la empresa. Pero prefirió dejarlo en “piloto automático” y centrarse en otros proyectos.
No luchó, no peleó por lo esencial, por su escaparate, por aquello que funcionaba bien y que podría haber funcionado 10 veces mejor. Quiso centrar sus fuerzas en que fueran otros los que hicieran el trabajo por él. Y la idea no es mala, ¿no? Conseguir uno o varios contactos con la suficiente “fuerza digital” como para vender lo que tú no puedes, o crees no poder, hacer por ti mismo.
Él era consciente. No hace falta ser un experto o trabajar en el sector digital para saber si una web es cutre, aceptable o rompedora. No hace falta que un profesional te diga que para hacer crecer un negocio hay que TRABAJAR, dedicar horas, hacer inversiones (aunque sean mínimas) y sobre todo CREER en lo que haces.
¿Le fue bien a aquel jefe? No. Perdió a todos sus empleados. Éramos pocos, todos nos reubicamos en diferentes empresas e incluso él mismo se tuvo que poner a trabajar por cuenta ajena. Todo lo que había conseguido se desmoronó un tiempo.
Un par de años más tarde, imagino que volviendo a coger impulso tras pensar en como hacer las cosas mejor, ha vuelto a empezar. Se ha centrado en lo realmente importante, ha tenido que pelear solo y casi desde cero otra vez. Y aunque no lo he hablado con él, estoy segura de que por su cabeza ha pasado más de una vez su gran idea de conseguir ‘influencers’. Que no está mal, al revés, es un gran trampolín para vender más, pero no tiene sentido cuando tú no cuidas ni crees realmente en lo que haces.