Tras años dedicado al acompañamiento y guía de personas y equipos en su desarrollo y el de sus empresas, me encuentro con un uso significativamente habitual de las expresiones: No puedo, me es imposible, es muy difícil, en nuestro caso no se puede, no existe otra forma de … y un largo etcétera de expresiones que implican, de una u otra manera, estar atrapado en una situación de la que no podemos salir o en una realidad que se nos antoja imposible de cambiar.
En una abrumadora mayoría de los casos me encuentro con dos tipos de “imposibilidad”. El primer grupo lo que realmente les pasa es que todavía no SABEN cómo. Desde una natural falta de conocimiento, visión o experiencia, se habilitan para no poder, construyendo todo tipo de argumentos para poner en marcha el “PODER de NO PODER” y pasar rápidamente a otra cosa… a las actividades del día a día que si controlan y si saben cómo. A veces ni siquiera importa un resultado más o menos satisfactorio, es lo que si saben cómo y por tanto es lo que hacen y lo que se dicen.
El segundo grupo entran en lo que yo llamo una “inconsciente falta de interés”. Digo inconsciente ya que es su subconsciente el que tiene razones de peso para no querer y por tanto no poder, con lo cual hay que encontrar esas razones tanto si queremos poder, como si queremos simplemente desinteresarnos de forma consciente por la cuestión.
Se hace evidente un primitivo y eficaz patrón de protección que hace que el ser humano vea imposibilidad en aquello que se escapa a su conocimiento a su “saber cómo”, focalizándose en aquello sobre lo que tiene sensación de control.
Sabemos que nuestro cerebro primitivo, está totalmente orientado al sustento, a la protección y a la reproducción, si por él fuese, el resto del tiempo lo pasaríamos ahorrando energía tranquilamente tumbaditos en un sitio seguro y confortable. Esta parte de nosotros tiende a rechazar cambios, teme lo que desconoce y tiene conexión directa con nuestras emociones, a través de las cuales domina nuestras decisiones más de lo que nos gustaría admitir.
El desarrollo del Neocortex en nuestra especie nos ha habilitado para un sinfín de nuevas posibilidades. Me centraré en una de las más importantes para el desarrollo y que tiene que ver con nuestra capacidad de interrogarnos. Gracias a esta joven capa de nuestro cerebro, tenemos la capacidad de recordar trasladándonos al pasado y también podemos imaginar el futuro. Este grado de consciencia racional, nos permite hacernos preguntas que nos llevan a investigar, a plantearnos retos, a querer saber, a querer mejorar a ser creativos y a innovar. Esta parte de nuestro cerebro también tiene conexión directa con nuestras emociones y a través de éstas es capaz de MOTIVAR a nuestro cerebro primitivo y ponerlo a trabajar en post de una recompensa que supera su percepción ancestral de riesgo.
Puedes hacer un breve análisis de algún ámbito de tu vida y encontrarás aspectos que te gustan y quieres conservar. Otros que no te gustan y te gustaría cambiar. Seguro que hay cosas que te gustaría conseguir y otras que en cambio querrías evitar. En estos cuatro cuadrantes están situados los motores y los frenos de nuestro cerebro primitivo. Lo que quieres evitar y lo que tienes y valoras, conforma tu zona de confort y te paraliza a través del sentido de conservación (miedo a perder lo que tienes o a encontrar lo que no quieres). Lo que quieres conseguir y lo que te incomoda de tu situación actual, son los motores de tu cerebro y lo impulsan a la acción (motivación) por atracción o por huída, poniendo en marcha tus mecanismos de interrogación y por tanto tu creatividad y eficiencia en la búsqueda de nuevas formas de…
Si aparentemente no PUEDES, es posible que simplemente todavía no has averiguado cómo o quizás no estés realmente interesado.