Si algo nos pesa demasiado, pedimos ayuda. Si necesitas buscar algo, pides ayuda. Si no alcanzas a coger algo, pides ayuda. Sin embargo, cuando mentalmente no puedes más, es más difícil encontrar a alguien que pida ayuda sin pensar. Nos cuesta hacerlo, especialmente en el ámbito profesional.
En mi caso soy una persona que me gusta tener las cosas bajo control y que estoy acostumbrada a llevar a cabo todo el proceso de trabajo, así que, entre mis propósitos para este año nuevo, está el de pedir ayuda cuando realmente (y mentalmente) lo necesite. No solo en la oficina, sino también en otros aspectos personales.
Las personas que somos así queremos abarcar todo, pensar en mil frentes a la vez, planificar, organizar y hacerlo nosotros mismos. En mi caso porque a veces mi idea está en mi cabeza y pienso que no me van a entender o no se van a ajustar a lo que yo llevaba en mente. Pero llevar un ritmo de vida en el que mentalmente estamos agotados no es sano.
Hay que normalizar pedir ayuda cuando estamos saturados, abrumados, cuando no podemos más.
Pedir ayuda, ¿signo de debilidad?
Anteriormente he trabajado en sitios en los que pedir ayuda parecía un síntoma de flaqueza, de no estar capacitado laboralmente y que, si lo hacías, no te podías “marcar una medalla”. Y es horrible trabajar así.
Pero hay empresas que a pesar de que presumen de que “lo que más les importa es el trabajo en equipo”, luego buscan personas autónomas, que se esfuercen por sí mismas por llegar lejos. Que se pasen el día en una competición silenciosa y que el ganador llegue a meta solo.
Y bueno, está bien ser ambicioso profesionalmente, pero eso no significa que tengas que desconectar de vez en cuando, pedir una opinión a tu compañero, preguntar cómo se hace algo, incluso delegar si tienes la opción.
Sobre el tema de delegar, el que fue el presidente de Coca-Cola en los años ochenta y noventa, Roberto Goizeta, dijo que “la comunicación es la única tarea que no puedes delegar”. Y es verdad, eso es algo que se tiene o en lo que se puede trabajar, pero para todo lo demás, puedes dejar en manos de otros o buscar su ayuda/apoyo.
Volviendo a algunos de los ejemplos de empresas que he estado en los que la ayuda no era casi una opción, el resultado diario era nefasto. Precisamente no había comunicación, siempre había una pizca de envidia o desconfianza hacia el compañero y “destacar” delante de los altos cargos era el deporte nacional.
Quizá para alguno ese entorno es motivacional. Para mi no. Y como he dicho, soy una persona que me cuesta muchas veces pedir ayuda y quiero abarcar a veces más de lo que mentalmente mi cerebro me permite. Pero si encima, sientes que, si en algún momento vas a necesitar al compañero y este no va a “estar”, te vuelves totalmente retraído en este sentido.
Así que no, pedir ayuda no es signo de debilidad y agradezco cada día por no estar trabajando en una empresa en la que se fomenta eso. Cuando no puedes más, necesitas consejo o no sabes cómo hacer algo, esa ayuda debe surgir sin orgullo, pidiéndola con inteligencia y respeto por la persona en la que quieres apoyarte.
Actualmente, tengo la suerte de poder compartir mi trabajo con personas que están siempre dispuestas a ayudar, en el que todos nos sentimos totalmente iguales; vamos, lo que es un equipo de verdad.
No hay que destacar, no hay que trabajar más que otro, no hay que asumir más responsabilidades que los demás. Solo trabajar BIEN y saber que, si con algo no puedes o necesitas ayuda en otro aspecto, la puedes encontrar en la mesa de enfrente o de al lado.
Así que sé que tengo que cambiar el chip y dejarme ayudar más todavía, aprovechar que tengo la suerte de un ambiente laboral sano, en el que mentalmente nos podemos ayudar los unos en los otros.